A través de A. Bustillo en blogs de Expansión
El agobiado es uno de los personajes más tóxicos del entorno laboral porque puede contagiar su estado de ánimo al resto de la plantilla. Convive con otros profesionales como el trepa, el mandón, el medallista o el seductor que, si no son detectados a tiempo, pueden arruinar las bondades del trabajo en equipo. Parásito: “Dicho de un organismo, animal o vegetal, que vive a costa de otro de distinta especie, alimentándose de él y depauperándolo sin llegar a matarlo”. De esta manera describe la Real Academia de la Lengua una palabra con la que, lamentablemente, muchos profesionales están familiarizados porque en la fauna de la oficina hay especies de todo tipo y estos aprovechados no faltan. Lo difícil es descubrirlos a tiempo.
Si miras a tu alrededor observarás que estás rodeado de diferentes especímenes como el listillo, el pelota, el trepa, el mandón o el gruñón. Todos son tóxicos y pueden obstaculizar, de alguna manera, tu trabajo. Pero no todos sacan provecho de tu talento para colgarse medallas.
Estos son los parásitos: El trepa. Tiene poca empatía con sus compañeros, lo que le permite seguir con su actividad sin establecer vínculos. Sin embargo, no dudará en engatusar a algún colaborador para llegar a lo más alto, su única meta.
El mandón. Arquetipo egocéntrico que opina que su forma de hacer las cosas es la adecuada y no tiene en cuenta las de los demás. Si es un empleado piensa que si todo el mundo hace lo que él dice las cosas irán mucho mejor; si es un jefe, su incapacidad para escuchar a los demás le hará parecer despótico con sus subordinados.
El medallista. Es el parásito por excelencia. Intentará apropiarse para sí mismo todos los triunfos colectivos y todavía creerá que esos méritos que se adjudica son suyos. El que nunca tiene la culpa. Se escuda en los demás y no duda en echar la culpa a sus compañeros. Es incapaz de asumir sus propios errores y teme el fracaso.
El agobiado. Éste es un parásito por accidente porque, aunque intenta ser eficaz y tener listo su trabajo, no maneja bien el tiempo ni el estrés y en muchas ocasiones sus compañeros tienen que asumir sus tareas. Además, puede contagiar su pésimo estado de ánimo al resto de la plantilla.
El despreocupado. Es aquel que relativiza las cosas. Algo que no suele llamar la atención en épocas de bonanza, pero que en momentos de crisis demuestra que no está a la altura de las circunstancias. Al final, su incapacidad obliga al resto de compañeros a cargarse con más trabajo.
El seductor. Sabe cómo utilizar a los demás para ahorrarse las tareas más incómodas. Este personaje lo hace de una manera tan sutil que son pocas las veces que no consigue lo que se propone.
El depredador. Este individuo no duda en utilizar mecanismos de dudosa ética para salvaguardar su puesto en detrimento del trabajo del resto. Es alguien poco comunicativo, individualista, reacio a la colaboración, políticamente correcto y gran escaqueador.