Departamento de PRL Grupo ISASTUR
¿Cuántas veces cruzamos la calle sin esperar a que el semáforo se ponga en verde porque estamos seguros de que no nos atropellará ningún vehículo?, ¿por qué estamos seguros? ¿Y si se acerca un vehiculo demasiado rápido y no lo vemos porque viene de una calle perpendicular?, ¿y si sale de un estacionamiento o garaje y sólo hemos mirado hacia el final de la calle?, ¿y si viene un vehículo en dirección contraria?
En nuestras rutinas diarias estamos continuamente enfrentándonos a riesgos y, en función de la valoración que les damos (verdaderos peligros, o bien, riesgos mínimos o controlados), e incluso en función de si llegamos a percibirlos, actuamos de un modo u otro, tratando de prevenirlos o, simplemente, ignorándolos.
De este modo puede suceder que ante el semáforo en rojo consideremos en primer lugar una serie de circunstancias que minimicen nuestra percepción del riesgo (conozco esta calle y a esta hora siempre hay poco tráfico, no he oído que nunca hubiera sucedido aquí un accidente, he cruzado en rojo muchas veces y nunca me ha pasado nada, el semáforo acaba de cambiar, hay más gente cruzando la calle, la calle es de dirección única de modo que los vehículos sólo pueden acercarse por un lado, la calle no es ancha y me da tiempo a cruzar, la calle no es ruidosa y escucharía a un vehículo que se acercara, etc.), de modo que pensemos:
– No existe riesgo. Cruzo la calle.
– Existe riesgo, pero si cruzo rápido puedo controlarlo.
– Existe riesgo, pero tengo prisa y si miro bien y cruzo rápido puedo controlarlo.
– Hay cierto peligro, pero estoy en forma y asegurándome de que no se acerca ningún vehículo, incluso mirando a ambos lados aunque la calle sea de dirección única, puedo cruzar corriendo.
– …
– Existe riesgo de que me atropelle un vehículo y voy a esperar a que el semáforo se ponga en verde. Y antes de cruzar, miraré a ambos lados para asegurarme de que no viene ningún vehículo demasiado rápido, no vaya a ser que no le dé tiempo a frenar aunque tenga el semáforo en rojo.
Cuestión diferente es cuando nos enfrentamos a un riesgo por primera vez. Por ejemplo, si estuviéramos aprendiendo a caminar por una cuerda floja pondríamos nuestros cinco sentidos y no lo haríamos sin red de seguridad bajo nosotros ni línea de vida a la que sujetar nuestro arnés ni un buen instructor que nos supervisara y corrigiera durante la práctica.
Pero en cuanto lleváramos cierto tiempo caminado por la cuerda, empezaríamos a coger la suficiente confianza para no utilizar la línea de vida e, incluso, para retirar la red de seguridad.
¿De qué depende nuestra decisión? En primer lugar, de nuestra percepción del riesgo. ¿Pero nuestra percepción debe determinar siempre nuestro modo de actuar, aun sabiendo que se basa en experiencias personales o cercanas o en lo que nos dicen nuestros sentidos (vista, oído)?
Y si no nos basamos únicamente en nuestra percepción, conscientes de que puede estar distorsionada en función precisamente de nuestras vivencias o conocimientos (o desconocimientos), o de que nuestros sentidos nos engañen, ¿cómo decidimos? Pues en nuestras decisiones pueden influir el conocimiento o no del significado de los colores del semáforo, el desconocimiento de las normas en general, nuestro estado de atención (que ni nos demos cuenta de que el semáforo está ahí o que perdamos el respeto a los peligros debido a la rutina), nuestro estado de ánimo (estamos enfadados o tristes o eufóricos), nuestra actitud general ante los riesgos o ante el cumplimiento de las normas y una multitud de factores más que, al menos en el trabajo, deberíamos olvidar.
Si desconocemos o dudamos, debemos preguntar, y si conocemos y subestimamos, deberíamos pararnos a pensar si los “beneficios” de exponernos al riesgo nos compensarán las posibles consecuencias del accidente. ¿Merecerá la pena trabajar sin la red de seguridad?
QUE YO NO PERCIBA UN RIESGO NO SIGNIFICA QUE NO EXISTA RIESGO, puede ser que no lo detecte con mis sentidos o conocimientos, que no lo vea o escuche, que lo subestime… en cualquiera de los casos, si alguien “lo ha percibido por nosotros” y lo ha señalizado o nos ha informado o nos ha dado una instrucción, CUMPLAMOS EXTRICTAMENTE CON LAS NORMAS DE SEGURIDAD, cabe la posibilidad de que nuestra percepción nos engañe y el peligro exista, aunque no lo veamos.