Al estudiar la duración de la jornada de trabajo es necesario considerar las necesidades de recuperación física y mental del organismo humano. El periodo de descanso debe permitir la recuperación de la fatiga y deberá ser más o menos largo en función de la mayor o menor actividad física o mental desarrollada.
Respecto a la distribución temporal de la jornada de trabajo podemos distinguir jornada continua, partida o flexible. En general, lo recomendable es la jornada con horario flexible, dejando un margen al inicio y final de la jornada que permita al trabajador la realización de sus actividades personales.
La jornada a turnos tiene una incidencia directa en la salud, influyendo más o menos dependiendo de cada persona. El conjunto de problemas que plantea el trabajo a turnos se centra en las consecuencias que se derivan del cambio constante de horarios de trabajo, la incidencia que sobre la vida familiar y social tienen la jornada de tarde y las repercusiones directas sobre la salud del trabajo nocturno.
Además, los cambios de horario provocan una serie de consecuencias referidas fundamentalmente al descenso de la actividad mental y de la capacidad de atención y reacción, al equilibrio nervioso y a la fatiga, junto con alteraciones del sueño que pueden repercutir en la salud física, en el riesgo de sufrir accidentes, en la calidad de la tarea y en el rol familiar.
Las distribución de las pausas va ligada al tipo de jornada laboral, a la posibilidad de la flexibilidad del horario y, sobre todo, al tipo de tarea (trabajos con PVD, trabajo físico, contacto continuo con clientes, etc.).
Como orientación general se pueden plantear varias pausas cortas y una pausa más larga, aproximadamente a la mitad de la jornada, que permita una ruptura de la actividad que se realiza.